Cuando le entregamos nuestra vida al Señor Jesucristo nos convertimos en ciudadanos del Reino de Dios y aquí en la tierra somos peregrinos y extranjeros y el mundo no es nuestro lugar final porque no pertenecemos a él.
Cuando le entregamos nuestra vida al Señor Jesucristo nos convertimos en ciudadanos del Reino de Dios y aquí en la tierra somos peregrinos y extranjeros y el mundo no es nuestro lugar final porque no pertenecemos a él.