A menudo, el fracaso humano es visto como lo opuesto al éxito, pero no siempre lo es. En muchos casos, lo que el mundo considera fracaso puede ser parte de un propósito mayor, donde la aprobación de Dios no depende de los estándares humanos de éxito, sino de la fidelidad, la integridad y el propósito con el que se vive.